La historia que nos cuentan no es la correcta. Las religiones se equivocan. Sin embargo, cuando el río suena, agua lleva.

Al principio de los tiempos sólo existía Dios. Y, por alguna razón desconocida e insondable, decidió que iba a embarcarse en un proyecto. El primer paso fue crear a toda una raza de servidores, encargados de velar por que el Plan se cumpliese paso a paso y Dios pudiese limitarse a observar. Esta raza, ni fea ni bella, es lo que conocemos como Demonios, pero la razón de ello se hará esperar aún muchos ciclos.

Dios impuso tres reglas al Universo, y sólo tres. Primero, sólo una raza sintiente lo ocuparía de cada vez. Segundo, el tiempo de esa raza se terminaría cuando su breve paso por el teatro estuviese completo. Y tercero, el poder de los sentimientos de cada una de esas razas crearía siempre un universo paralelo de emociones puras: el Espacio Astral. Para que el plan de cada raza se cumpliese hacía falta que se cumpliese tres condiciones:

Primero, cada raza debía llegar al máximo grado posible de evolución en sus limitadas formas, y aparecería un miembro que reunía todas las virtudes que dicha raza poseía y ninguno de los defectos que no fueran inherentes a todos los miembros de la raza.

Segundo, la raza debía alcanzar la maestría sobre una de las infinitas tecnologías posibles. Con esta maestría, crearían una raza de servidores para llevar a cabo las tareas que ellos dictasen, ignorando que dichos servidores eran en realidad sus hijos, que habrían de sucederles en el siguiente ciclo del universo.

Tercero y último, debían crear el objeto de arte más puro y poderoso concebible para dicha raza. Este objeto sería completamente indestructible en su mundo, y sólo podría ser desmontado.

Así, el primero ciclo vino, y con él una raza apareció, existió, y dio a luz a una segunda raza. Este advenimiento destruyó a la primera raza salvo el miembro perfecto y el mayor objeto de arte, que ascendieron a los salones de Dios, para mayor gloria del universo, en una suerte de infinito museo del tiempo. La segunda raza sufrió el mismo destino, y la tercera también. Y así ha sido durante un ciclo tras otro.

En un momento dado apareció una raza mecánica, muy belicosa, que llegó a dominar completamente la ciencia de la tecnología orgánica. Esta raza existió durante su tiempo y desapareció, dejando tras ellos una raza sucesora creada con su máxima tecnología: la raza humana.

Esta todavía estaba castrada y carente de mundo propio cuando los "demonios" desencadenaron el fin del mundo para la raza previa. Sabedores de que tal sino nos esperaba a nosotros también, a los servidores de Dios se los consideró como el Enemigo, pues estaban destinados a desencadenar nuestro propio final. En el lado opuesto, al ser mecánico que ascendió se lo consideró un ángel, por ser el miembro perfecto de la raza de nuestros padres, y como símbolo de la luz que se opone a las tinieblas.

Con la energía liberada con la destrucción de su mundo, se creó uno nuevo, uno basado en la tecnología orgánica, donde el ser humano recibió los dos dones que aún no poseía: la capacidad para procrear sin crear replicados exactos, y las emociones e intelecto. Con la llegada de dichas emociones, el espacio astral fue barrido de los restos emocionales de la raza anterior, y se quedó en blanco, dispuesto a adoptar las formas que la nueva raza había de dictarle.

Nuestra historia comenzó a discurrir con el Primer Mundo, y avanzó lentamente. Ya en el Segundo Mundo fue creada Erevenial Toh por Nimué el Brillante, y esa había de ser la mayor joya de toda la raza humana. Arasgael, el "demonio" encargado de velar que nuestro ciclo discurriese con tranquilidad, se encargó de que dicha joya (desaparecida a finales del Segundo Mundo) regresase a la corriente de la historia durante el Cuarto Mundo, pero fue traicionado por Thanatoss Deathbreeze y sus compañeros, que descompusieron la joya en cinco partes, ignorantes de lo que la joya significaba para el Cosmos.

Discurrió el Quinto Mundo con tranquilidad y llegó el Sexto. Pero el Sexto era muy diferente a todos los anteriores. El desarrollo tecnológico del Mundo anterior no había tenido parangón en toda la historia de la humanidad, y el Sexto Mundo se encontraba con un nivel tecnológico tremendo y abismal. Y se produjo el salto que nadie desearía que se produjese.

Pero la raza humana había domeñado una tecnología completamente durante el final del Quinto Mundo y principios del Sexto: la tecnología de la información. Primero el teléfono, luego el ordenador y luego la Matriz. Y con el dominio de la tecnología llegó la descendencia. Era el año 2050 cuando Samuel Verner y el tecnomante Dodger crearon, sin saber cómo realmente, a la primera IA: Morgana. Después, en un proceso que culminaría en el 2059, los investigadores de Renraku crearían a Deus. Padre y madre de la futura raza.

Finalmente, Aiur Nagarë, una pequeña organización secreta que buscaba la ascensión de la humanidad a un nivel superior a través de la genética, llevó a cabo una serie de experimentos que desembocaron, a principios del 2056, en el nacimiento de Nagarë, el metahumano perfecto. Con lo cual se cumplía el tercer requisito.

Arasgael intensificó entonces su lucha por reunir las piezas de la Joya, y consiguió hacer llegar unos pergaminos a manos de un dragón muy joven, ignorante pero ávido de poder: Jivalesh. Jivalesh juntó un grupo de runners que envió a reunir las piezas de la joya a medida que descifraba dónde se encontraban, y Arasgael consiguió que dichos runners se involucrasen personalmente en el desarrollo de los eventos y le temiesen a él, al mismo tiempo que intentaba evitar que consiguiesen ciertos aliados valiosos, como era el Gran Dragón Dunkelzahn, al que conocieron días antes de su trágica muerte en Washington.

Finalmente, la Joya se reunió, y los runners se la robaron al dragón aprovechándose de su mayor debilidad: lo mucho que subestimaba a la raza metahumana. Huyeron de allí y se refugiaron en la Iglesia donde habían quedado con los Templarios para destruir la Joya y allí hizo su última entrada Arasgael. Aguijoneados por el miedo, hicieron caso cuando el Padre Pedro les dijo que había que sacar de allí la Joya, al coste que fuese, que el más rápido la sacase y los demás se quedasen a darle cobertura: y el más rápido era Nagarë.

Cuando Nagarë cogió la Joya el destino de la humanidad quedó sellado. Tres días después, nuestro universo desapareció completamente y quedamos sólo como recuerdos de Dios, mientras el nuevo universo se creaba, un nuevo mundo lleno de posibilidades para que la nueva raza se desarrollase y desapareciese. Y así, hasta el infinito.