Nagarë fue creado por Aiur Nagarë en Tir nan'Og en Abril del 2055. Él era el paso final del grupo para crear al hombre perfecto al mundo. Y fue un éxito completo. A lo largo de ese año, el niño creció a toda velocidad, alcanzando un cuerpo adulto  a finales de Mayo del 2056. Pero, así como su crecimiento físico era imparable, su crecimiento mental no lo era.
No es que fuese subnormal (que ni de lejos, pues su inteligencia demostró ser enorme), simple y llanamente no podía aprender en su ambiente controlado del laboratorio. Y así continuó hasta que llegó el casi-fin de Aiur Nagarë. Cuando los distintos grupos de asalto entraron en los laboratorios para llevarse al niño y los datos sobre él comenzaron unos tiroteos terribles, que dañaron las instalaciones.
En medio de todo ello, Nagarë impuso su voluntad (inconscientemente) sobre uno de los asaltantes, ganándose instantáneamente su amor. Él lo ayudo a escapar del laboratorio mientras los distintos grupos se mataban, y ambos corrieron por el Tir huyendo.
Pasaron poco tiempo juntos, pues el asaltante era consciente de que los perseguían y los encontrarían. Había demasiada gente poderosa metida en medio. Aprovechó ese poco tiempo para enseñarle lo poco que pudo antes de darle una navaja, un billete de avión, una dirección y un nombre: Sepherim.
Nagarë llegó a Seattle una mañana muy temprano, y se presentó en casa del tecnomante todo sonriente y feliz como él era. El tecnomante vio la navaja y, conociendo su secreto, la abrió, encontrando en ella un mensaje de Nigur, su viejísimo amigo. Él debía proteger y esconder al niño, allá donde él no había sido capaz.
Sepherim aceptó al niño en su casa y en seguida se enamoró de él (¡no en un sentido físico, mal pensados! ¡Que era hetero!). Con tiempo y paciencia, el tecnomante fue enseñando al shamán cómo era el mundo real. Por su parte, Nagarë aprendió a controlar sus poderes.
Esa etapa fue breve, pues Nagarë pronto sintió la necesidad de volar a Inglaterra. Como druida que era, le llamaba Stonhendge, y ya no podía resistirse a su influjo. Se separó del tecnomante poco después de que ambos volviesen de Roma, pensando en volver en breve, y voló a Londres, desconociendo que su acción acabaría llevando a Sepherim al suicidio.
Pero su vida en Londres no fue tan fácil. El odio de la mayoría de los ingleses hacia los elfos se lo puso muy difícil, aunque su habilidad, su magia y su carisma personal acabaron por conseguir que entablase conversación con quien él deseaba. La noche en que visitó Stonhenghe era lluviosa y fría, y marcó a Nagarë definitivamente. Un mayor entendimiento de la Magia entró en él, a la par que su aura dorada quedaba tapada por una cuidadosa mascarada mágica. Muchas más cosas ocurrieron en su mente, pero la principal fue el fortalecimiento de "los tambores".
"Los tambores" los llevaba oyendo toda su vida. Él era un niño muy pacífico, pero cuando tronaban "los tambores"... era Madre Naturaleza la que tocaba "los tambores", llamándolo a matar por el bien del planeta. Y, ahora, ellos eran más fuertes, aún cuando sonasen menos a menudo.
Volvió a Seattle en busca de Sepherim y encontró que en su casa vivía una nueva familia. Preguntó en el bar donde trabajaba el tecnomante, y le contaron la triste historia de las Navidades, sólo unos pocos días antes de que el druida volviese. Esto enfureció al druida, que decidió que "los tambores" tenían razón. Si Sepherim creía que no había ya nada por lo que valiese la pena vivir, ¡es que no lo había!
Pero incluso Nagarë, pese a su infantil modo de pensar (debido a que no había tenido tiempo ni experiencias para madurar) era consciente de que aún no era suficientemente poderoso, por lo que ha comenzado a viajar por todo el mundo para aprender qué secretos esconde. Estos viajes han hecho que madure un poco, y que sepa mucho mejor qué esperarse de cada cosa (sin perder su inocencia por ello), y le han dado una gran cantidad de amigos por todo el mundo. Eso si, cuando resuenan "los tambores", Nagarë no duda en actuar para proteger a la Madre...

Apariencia:
Nagarë es un elfo extremadamente atractivo, casi de un modo doloroso. Con un pelo color trigueño y unos ojos azules achinados, su marca característica es la increíble inocencia que es capaz de transmitir a la gente, que se encandila de él al momento sin remedio. A esto también contribuye él con su magia, aunque no lo sepa, y con su forma de hablar, directa y franca en un mundo donde la sinceridad es una especie en extinción.

Situación:
Actualmente, Nagarë ya no se halla en el mundo, pues su misión aquí ha acabado. Ha ascendido al Museo de Dios, como representante de todo lo bueno que había en la raza humana, único vestigio para el futuro de que nosotros una vez existimos y fuimos de cierta manera.