Iker Txenebria nació en Vitoria, Euskalherría, el 14 de Marzo del 2031. Nacido en una familia militar y estricta, se pasó la vida escuchando las hazañas de su padre en la Segunda EuroGuerra, cuando se unió a las divisiones que combatieron a los musulmanes en el Cerco de Hierro. Es natural que, bajo dicha influencia (y la propaganda gubernamental por la necesidad de crear un ejército nuevo), a los dieciocho se alistó en el ejército.

En seguida destacó entre sus compañeros, no sólo en lo que aptitudes físicas y mentales se refería, sino en su forma de pensar. Entrenado en un ambiente muy estricto, era un soldado que no cuestionaba órdenes nunca (como ocasionalmente ocurre con los reclutas), directo, con un pensamiento claro y una mente ágil para las tácticas, ya que no para la estrategia. Esta habilidad para las tácticas, junto con una cierta frialdad de carácter, le hacían perfecto para los comandos de las fuerzas especiales.

Y la verdad es que le fue muy bien en las fuerzas especiales. Eran justo lo que él buscaba. Las primeras incursiones en las que participó, misiones de recolección de información en Marruecos, en seguida le señalaron como una promesa, y no tardó mucho en ganarse los primeros galones. De ahí a liderar su propia unidad hubo un paso, y no tardó en recorrerlo.

Él día en que le dieron su primer grupo para comandar fue el más feliz de su vida. Había llegado a su objetivo último, servía a su patria como mejor sabía, y estaba a la altura de su padre y sus dos hermanos. Y pasaron así unos pocos meses hasta que le avisaron de que uno de sus dos hermanos habían muerto durante una misión. Desde entonces se centró mucho más en el combate y perdió a los pocos amigos que tenía fuera.

Y así fue como llegó el día fatídico. La misión era sencilla, extraer a una prisionera de una prisión israelí: entrar, cogerla y salir. Habían hecho operaciones como aquella en el pasado. Sin embargo, a ella la mataron poco después de recoger su equipo, y tuvieron que cargar con el muerto. No habría habido mayor problema, de no ser porque el trayecto en el barco sería largo para evitar sospechas, y lo único que había para hacer era hurgar entre las posesiones de la mujer. Se repitió mil veces que no debía hacerlo, pero al séptimo día, la curiosidad mató al gato. Y se leyó los informes secretos que ella transportaba. Cosas que nadie debería saber.

Al llegar a base, le condecoraron de nuevo por el buen trabajo. Pero pronto se dieron cuenta de que alguien había estado fuchicando entre las propiedades de la mujer, pues él no era muchacho sutil. Las pruebas de huellas dactilares le señalaron como el culpable, y hacía falta arreglar eso. Llamaron a Iker para  hacerle un reconocimiento médico rutinario, y lo drogaron. A continuación lo sentaron en una unidad de reprogramación vía simsen y empezaron el proceso.

Lo que no sabían era que más gente se había dado cuenta de que el soldado había manipulado los documentos, y esa gente necesitaba esa información. Así que contrataron un equipo de runners para que lo sacasen de allí. El problema está en que cuando llegaron hasta el soldado, a este ya le habían borrado el cerebro. Lo sacaron de allí y corrieron, con el soldado cargado a hombros de uno de ellos, inconsciente.

Una vez en la casa de ese, Iker fue despertando, pero no lo suficiente cuando asaltó el ejército para recuperar a su hombre. La puerta explotó, lanzando al shadowrunner por el aire en llamas (la imagen que todavía acude ocasionalmente a la mente de Iker). Confuso y sin demasiado uso de razón, él sólo alcanzó a coger la primera cosa puntiaguda que vio y a salir del piso por la ventana mientras los shadowrunners se enfrentaban a los militares. Tuvo mucha suerte, y no lo buscaron fuera ya que no pensaban que estuviese consciente, por lo que los militares pensaron que lo tendrían en otro sitio. Mayor suerte tuvo cuando, horas después, recuperó la consciencia aterido en un ático agarrado a una cosa puntiaguda: un credistick certificado, el pago que había recibido el otro equipo por sacarlo de allí.

Entonces, con una mentalidad completamente nueva fruto de haber borrado sus antiguos bloqueos y similares, dedicó los siguientes días a intentar descubrir quién era. No lo consiguió, lo único que fue capaz es de que conseguir descubrir que el combate era algo que se le daba muy bien. Así que se unió a la comunidad de shadowrunners de la ciudad, entre los cuales se había ganado una mala reputación, pues la gente sabía que, de alguna manera, él estaba relacionado con la muerte de aquellos otros shadowrunners a manos del ejército.