Gawol se levantó de la cama fatigado. A través de los cristales de la ventana se divisaba el gris techado de las nubes en el horizonte. Sus ojos se acostumbraron rápidamente al ambiente, pues reinaba una penumbra a la que era fácil acostumbrarse. Vestido con grises y flexibles ropas, Gawol saludó a la abierta calle que le esperaba.

        Deambuló entre los edificios en busca de alguno de los vendedores de armas que vendían sus mercancías en los peores barrios. Tenía prisa, tenía trabajo que hacer y su cliente habitual no aceptaba retrasos. Es difícil vivir en un ambiente en el que la escena política está acaparada por un gobierno centralizado. Es difícil moverse en unas calles constantemente patrulladas por seguratas de mil facciones políticas y rebeldes emergentes. Es difícil ser un asesino de masas en el 2061.

        Gawol volvió a pensar en los motivos que le impulsaban a matar a aquella gente consumista y frívola, a aquella sociedad que había sido absorbida en una mente fascista y totalitaria; una sociedad amante de la comodidad y enganchada a una Matriz cuyos únicos contenidos eran sexo, violencia, virus informáticos y un montón de basura que no servía para nada, pero que era altamente adictiva.

        Gawol revisó sus motivos. Estaba el dinero, por supuesto, le pagaban muy bien por asesinar gente, sobretodo si era gente importante, pero su motivo fundamental eran sus ideales. En otro tiempo y en otro lugar, Gawol sería un idealista aceptado por la sociedad, con unos ideales válidos, e incluso factibles. Pero los tiempos habían cambiado, ahora Gawol era un rebelde, un inconformista, un asesino, incluso un hereje.

        Pero, ¿por qué un hereje? ¿Simplemente por ser cristiano? ¿Simplemente por seguir una religión extranjera? ¿Por marcar las puntas de sus balas con signos paganos de cruces y peces? No, por eso y mucho más, porque la gran masa zombificada por la Matriz y los medios de comunicación le trataban de sectario, por matar a aquel rebaño de ovejas sin cerebro ni ambiciones que esperaba un salvador, por creerse ese salvador. Gawol revisó sus motivos.

        Y mientras se perdía en la inmensidad de las aguas de sus pensamientos, una patrulla de seguratas pertenecientes a uno de los partidos se le acercó, avisando de su presencia con sirenas y disparos. Marcando claramente el territorio que estaban evangelizando. "Evangelizando", si, Gawol disfrutaba de la ironía de la palabra; antes refiriéndose a expandir una religión, ahora sinónimo de arrasar un barrio hasta que sus ocupantes supliquen de agonía, para obligarles a votar a un gobierno que continuará la política del anterior aunque cambie de nombre. Las campañas publicitarias son sólo de política, los partidos políticos no se molestan ya en desarrollar ideologías ni movimientos, simplemente pagan a un buen publicista, a una bonita modelo y el resto es cuestión de fuerza bruta.

        Las únicas salidas a la política son alistarse en el ejército, doblegarse ante el sistema y fundirse con la Matriz. Gawol no deseaba hacer ninguna de esas cosas, él era ya famoso. La primera noticia realmente interesante del lustro. El primer asesino de masas desde el 2056. Revisemos la historia. En el 2056 se había producido la Unificación, un acto sin parangón por el cual todos los estados se habían unido y formado el Parlamento actual. Casi se murió de risa. Parlamento, si, claro. Ese organismo que las corporaciones empleaban para controlar al Presidente. No importa la ideología, no importa la política, lo único que cuenta es el poder, y no lo hay mayor que el del Presidente. El destino de millones de personas pendiente de las decisiones de un viejo. De un viejo sostenido por la Matriz. La Matriz si, aque organismo viviente.

        Evitó dos calles concurridas. Se escabulló entre los escombros que abundan en los barrios bajos y recordó, recordó que esta ciudad no terminaría nunca, gracias a la reforma del 2036, una hábil maniobra en la cual, a lo largo de los años (y aún continuando hoy día) la ciudad estaría en perpetuas obras hasta haber absorbido las ciudades colindantes. Hasta ocupar con acero, cristal y cemento lo que una vez fueron campos , árboles y paisaje, simplemente para extender la miseria y la opresión por todo ese suelo. Una auténtica plex.

        Gawol odiaba esta despreocupación, odiaba a los partidos "ecologistas" pues una vez llegaran al poder harían lo mismo que los demás. No había que matar a los dirigentes de los partidos, había que matar a los miembros del Parlamento. Y eso era lo que iba a hacer. Le habían pagado muy bien por aquel trabajo. Le habían pagado por matar a los miembros del Parlamento. Los noticiarios ya poco hablaban de política, ya sólo hablaban de los asesinatos, ya sólo quedaba un parlamentario. Sólo uno, de los siete que había, esa semana había sido prolífica, hoy acabaría el trabajo, le pagarían bien y liberaría la sociedad de aquellos seres horribles.

        Pronto, Gawol llegó a la parte de atrás de una furgoneta, donde se estaban vendiendo armas. Un elfo espigado, con ropas austeras, una colilla apagada en los labios y aspecto de mecánico (por las grandes lentes, como las de un aviador, que llevaba bajo su gorro) estaba discutiendo con otro individuo, este bajo, rechoncho, con el pelo más largo, cara de pocos amigos y sobre todo aspecto más desaliñado. Se detuvo a escuchar la conversación, hasta averiguar que elfo se llamaba, o se hacía llamar, "Tool", mientras que el más bajo era nombrado como Charlie, simplemente. Comenzó a llover, la lluvia era áspera y se deslizaba lentamente, con una textura parecida al aceite o al petróleo, debida quizás a que esos eran parte de sus componentes.
-Buenos días- saludó Gawol.
-Buenos- respondió "Tool".
-¿Qué tenéis para vender?- preguntaba Gawol mientras removía las armas y examinaba la mercancía -me interesa este fusil de largo alcance, esta mira telescópica nocturna y cinco cargadores de esta munición explosiva...-
-Venga, tío, ni que fueras a matar a alguien- replicó Charlie- . No serás uno de esos asquerosos mercenarios de los políticos, ¿verdad?-
-Veamos cuánto me vas a cobrar por esta chatarra- Gawol hacía caso omiso de los sarcásticos comentarios del rechoncho hombre.
-No le hagas caso, Charlie siempre es así, temiendo una redada de los seguratas.-
-No es sólo eso, también está ese loco, el de la Justicia Divina, que mata gente para redimirla de este mundo... ¿cómo se llamaba?...-
-Gawol, Gawol St. Avon- dijo Gawol.
-Pagan 1.000.000 de nuyens por él- intervino "Tool".
-Vaya. ¿Y cuánto pides tú por estas armas?- bromeó Gawol, "mi cabeza ya vale 1.000.000 de nuyens", pensaba "no sabía que se había encarecido tanto. Con 1.000.000 de nuyens una pesona podría vivir toda su vida sin complicaciones. Una persona y sus hijos. Y, si se administraba bien, incluso los hijos de sus hijos. Un montón de dinero por una persona."
-Son 6.000 nuyen. Es material caro- informó Charlie.
-¿6.000?-

        Gawol no se lo creía, pero aún así sacó el credistick falso que contenía su dinero y su identidad, pasándola por la ranura de la máquina que cambiaba la información allí grabada, información inofensiva y falsa, por dinero real. En todas partes había máquinas de aquellas, conectadas a la Matriz, la Matriz casi-viviente que controlaba la información, la economía, las comunicaciones y se autogobernaba. La misma Matriz que reclamaba y zombificaba cada vez a más ciudadanos para sus oscuros fines.

        La conexión de "Tool" y Charlie era, por supuesto, pirata; pero la Matriz no entendía de política ni de legalidad. Y aquella situación favorecía tanto a los tecnomantes como a los políticos y parlamentarios. Todo el mundo tenía negocios ilícitos, todos eran corruptos. La Matriz era un dios. El dios de la nueva religión impuesta desde el gobierno.

        Gawol caminó hasta el centro de la urbe, el sitio más transitado de toda la ciudad. Se colocó cómoda y pacientemente en la ventana de una oficina con una vista especialmente adecuada. La había alquilado bajo un nombre falso unas semanas antes, así como el piso superior e inferior, para que, pese al silenciador y la insonorización que realizó en la oficina, nadie le oyera.

        Sacó las balas y el rifle, limpió y montó cuidadosamente éste, la mira y el silenciador. Sacó las balas y con un cuchillo especialmente preparado fue marcando cruces en la punta de cada una de ellas, sin dejar ninguna sin marcar, era la hora. Esperó, apuntó, apuntó y sintió un escalofrío, un escalofrío que le recorría la espalda. Blanco. Luz. Frío. ¿Qué era esto? ¿Quién está aquí? Lo sentía. Sentía su presencia. Su presencia en sus huesos, el tiro dio en el blanco. El parlamentario murió de un disparo en la cabeza. Lo sintió en su alma. Lo estaban observando. 1.000.000 de nuyen. Había matado a más de 300 personas, 337 con la de aquella tarde. 337, y esos siete eran los siete gobernantes de la nación, los siete parlamentarios. Lo sentía en el alma. Lo sentía en sus huesos. Lo estaban observando. Lo sentía. Blanco. Frío. Calor. Luz.

        Muerte.